Ilustracion de Futakuchi-Onna.
La Futakuchi-Onna pertenece a la familia de los yokai (un tipo de monstruos
mitológicos) y tiene el aspecto de una mujer que, por debajo de sus cabellos y
algo más arriba de la nuca, tiene una segunda boca completamente funcional (con
labios, dientes y lengua). Normalmente es idéntica a su primera boca según la
creencia general, aunque otras veces se muestra con un aspecto mucho más
escalofriante y grotesco, dientes afilados y un tamaño desproporcionado. Esta
segunda boca tiene vida propia, pues al parecer está animada por un espíritu
vengativo, que la impulsa a atormentar a su dueña, gritando o chillando si esta
no la alimenta directamente o se acerca a los alimentos y no le ofrece, ya que
el poder de esta maldita boca secundaria le da la facultad de manipular los
cabellos de la mujer para usarlos como tentáculos que usa hábilmente para
proporcionarse comida. Según la leyenda, la boca está allí como una forma
de castigo a la mujer que lo sufre, normalmente por no comer suficiente o
comportarse de forma egoísta con la comida.
Al igual que otros seres mitológicos de aspecto
humano, la Futakuchi-Onna suele pasar desapercibida por aquellos con quienes
convive y, por lo general, es descubierta después de que una o más personas se
percatan de que los alimentos están desapareciendo misteriosamente en
proporciones alarmantes, ya que la segunda boca de la Futakuchi-Onna come el
doble de lo que come su anfitriona (la mujer en la cual está, a modo de
condena…).
Como ya se dio a entender, y es esto lo que
resulta más aterrador en la leyenda, la segunda boca de la Futakuchi-Onna tiene
conciencia propia y piensa o, para ser más precisos, piensa el espíritu
rencoroso y castigador que la controla… Por esto, esta boca viviente no solo
puede gritar, chillar y manipular los cabellos de la mujer, sino que además es
capaz de obligarla a cometer casi cualquier tipo de acción, incluso un crimen,
y la torturara psicológicamente si se niega, murmurando constantemente y
avivando el sentimiento de culpa en la mujer, achacándole la falta moral que la
llevó a tener una segunda boca y convertirse en un monstruo…
.
*La historia del avaro:
Esta historia, pasada de generación en generación
como una viva advertencia de los castigos sobrenaturales que puede recibir la
tacañería, cuenta que, hace mucho tiempo, vivía en un pueblo un artesano muy
trabajador, que estaba aún en edad de tener mujer e hijos, y gozaba de cierta
holgura económica porque había renunciado a casarse, no porque fuera muy
religioso o porque no le gustaran las mujeres, sino porque le producía una
profunda aversión la idea de tener que mantener a una mujer, de tener que pagar
una boca más… Su dinero era su dinero, era el dinero que conseguía con su
esfuerzo, y no quería compartirlo con nadie, pues deseaba poder disfrutarlo él
solo, comprándose buena ropa y cosas que, de tener una boca que mantener,
seguramente no podría gozar.
No obstante, todo cambió cuando, cierto día, en
el pueblo apareció una nueva habitante, que vino sola, sin esposo, padres,
hijos, o tipo alguno de compañía. Esta mujer tenía la piel tersa, blanca como
la nieve, los cabellos largos y sedosos, y el rostro inundado por una belleza
digna de ser retratada por la mano de un hábil pintor. Apenas la vio, el
artesano quedó embelesado; sin embargo, lo que realmente le hizo desearla con
intensidad y quererla para sí, fue el enterarse, tras un par de días, que la
mujer comía sumamente poco, tan poco que, tenerla en casa, acarrearía un gasto
económico insignificante en comparación con todo lo bueno que podría obtener
con su compañía. Así, el artesano empezó cortejarla hasta que finalmente la
convenció para casarse y la llevó a vivir con él.
Inicialmente todo fue alegría, pues la mujer era
una compañera agradable y entretenida, y además el artesano veía con gran
complacencia que, efectivamente, eran muy ciertos los rumores sobre lo poco que
comía. No obstante, el tiempo pasó y el hombre se percató de que sus reservas
de alimentos estaban disminuyendo de manera misteriosa, y en cantidad tal que
era como si, además de él y la mujer, viviesen dos personas más en la casa,
aunque sabía que no habían entrado a robarle porque, justamente por lo aferrado
que era a sus posesiones, cuidaba muy bien que nadie entrara a su hogar.
Entonces: ¿acaso su esposa se estaba comiendo la reserva cuando él no la veía,
cuando dormía o no estaba?… Eso le resultaba un poco difícil de creer porque
ella seguía siendo tan delgada como cuando la conoció, y ya debería estar como
un luchador de sumo si comiese tanto; sin embargo, se decidió a espiarla para
disipar sospechas, de modo que, cierta mañana, fingió ir al trabajo y se quedó
escondido en casa…
Lo que vio lo dejó sin palabras, lo horrorizó, y
habría gritado si no fuese porque temió perder su vida. Y es que allí, en la
cama donde durmió tantas noches con aquella mujer de piel blanca como el
marfil, yacía una cosa horrenda, inimaginable, que él no alcanzaba a entender
cómo no pudo sentir con sus manos al acariciarle la cabeza a su esposa… Era una
boca, con lengua, dientes y labios, una boca viviente que su mujer tenía en la
parte de atrás de la cabeza, por encima de la nuca. Esta boca murmuraba cosas
que él no alcanzaba a oír, pero creyó que eran acusaciones porque su mujer
lloraba con cara de remordimiento, mientras la boca controlaba los cabellos de
ella como si fuesen tentáculos, hasta que la mujer se levantó y se acercó a un
plato de arroz, y entonces la boca viviente usó los cabellos para agarrar una
cuchara y engullir con voracidad la comida…
Fue lo más espantoso que jamás vio en toda su
existencia, y unos días después pensó en divorciarse de su esposa, pero la
segunda boca intuyó el plan y lo sorprendió en la bañera, llevándoselo a las
montañas para matarlo, aunque allí él consiguió escapar y se escondió entre las
hierbas y el agua verdosa de un pantano, donde permaneció hasta que su
endemoniada mujer desistió y se marchó. Esta es la versión más conocida del
final: en la otra, la mujer lo encuentra y lo asesina, devorándole el rostro
lentamente con su boca secundaria….
*¿Por qué se transforman en un Futakuchi-Onna?
Existen cuatro versiones sobre la procedencia de
la segunda boca que caracteriza a estos monstruos, cada una podría considerarse
una leyenda independiente aunque todas tienen puntos en común.
-La mujer que no come: En la actualidad se le llama “anorexia”, pero
siempre hubo mujeres que se privaban de comer pudiendo hacerlo para mantener la
línea: así, cuando enfermaban gravemente, a veces eran castigadas por las
fuerzas que gobiernan el mundo sobrenatural, y el castigo era la aparición de
una boca viviente que las obligaba a comer…
-La mujer que no alimenta a los hijastros:
Cuentan que, cuando una madrastra no alimenta a sus hijastros y sólo da de
comer a su propia descendencia, es gravemente castigada si esa conducta causa,
directa o indirectamente (haciéndolo más proclive a enfermarse y no recuperarse
de las enfermedades), la muerte de un hijastro o una hijastra. Entonces le cae
una terrible maldición, en la que el espíritu del difunto hijastro o hijastra
entra en ella, en su cabeza, donde la atormenta murmurando cosas, y haciéndole
crecer una segunda boca que comerá mucho más de lo que le fue negado en vida.
Esta creencia se relaciona con una conmovedora historia, en la que una
madrastra malvada tenía una hija y una hijastra. A la hija la trataba bien, y
le daba de comer en abundancia, en detrimento de la relegada hijastra a la que
apenas daba lo suficiente para evitarle la muerte; sin embargo, esto fue
mermando la salud de la criatura, que se enfermaba constantemente y un día
falleció… Después, pasados unos 49 días (el tiempo máximo en que el alma está
en el más allá antes de reencarnar, según el budismo), la madrastra empezó a
sentir terribles dolores en la parte posterior de su cabeza: sentía que se le
estaba abriendo el hueso, que algo le estaba creciendo, y a veces le parecía
escuchar la voz de la hijastra en su cabeza, hasta que un día se despertó y
tenía una boca en la parte que le causaba los dolores… Esta boca hablaba con la
voz de la hijastra, pues estaba animada por su espíritu que, sediento de
venganza, le exigía los alimentos que en vida no le dio, pero en mucha mayor
cantidad…
-La madre egoísta: Parecida a la versión
anterior, una creencia dice que la maldición de la boca viviente también cae
sobre todas las madres que, bien por tacañería, por glotonería o ambas cosas,
se alimentan bien sólo ellas y a sus hijos no dan casi nada de comer, haciendo
que se enfermen y mueran. A ellas, les viene la condena de que, el espíritu del
hijo difunto, les atormentará bajo la forma de una boca viviente en la parte
posterior de la cabeza…
-La esposa del leñador: Esta versión no se
generaliza y se relaciona con una historia particular, en la que un leñador
estaba un día cortando un árbol, cuando de pronto su esposa se acercó y él, sin
querer, le dio un hachazo un poco por arriba de la nuca… Esto no mató a la
mujer, pero la herida nunca sanó, y una boca viviente creció en su lugar…